miércoles, 30 de noviembre de 2022

Dejarse llevar

 

Cuando me quedé en la casa sentí que el tiempo se detuvo. Una corriente de aire fresco me atravesó y pensé ¿qué pasa si abro los ojos y me dejo llevar? Todos asocian dejarse llevar con cerrar los ojos, pero yo necesitaba abrirlos para mirar y no quedar a la deriva.

Mi vida allá afuera era como la de todos: Trabajaba y al final del día estudiaba. Tenía planes de fin de semana y mi tiempo libre escaseaba.  Entre muchos estaba solo, pero me sentía feliz con tanta actividad.

Después de aquel día pensé bastante acerca de si aquello era felicidad o estar tan lleno de todo que no veía que ese no era yo. Una ilusión que funcionaba porque estaba ciego.

Recuerdo claramente el día que amanecí sin planes. Ninguno. Algo en mi exploto y quebró aquella armonía del estar viviendo sin mí. La cascara se rompió y se abrió un agujero en mi pecho que creció de golpe y sin aviso. Como si un halo de luz hubiese caído sobre mi iluminando mi ausencia de todo me vi inmerso en un letargo continuo de días y noches que se sucedían sin fin.

Esa noche  en particular me desperté de un sueño con una sensación de ahogo profundo y de un salto me senté al borde de la cama. Eran las 5 de la mañana y supe al instante que no debía intentar volver a dormir, así que me levanté y después de dar vueltas por la casa desierta me vi a mí mismo por primera vez: Una fachada sin nada detrás.

Aunque lo intente no pude recordar el sueño, pero el sacudón que me levanto de la cama me hizo reaccionar. El ahogo, como un pinchazo profundo en el centro de todo, me estremeció y paradójicamente me sentí vivo; fue justo en ese instante que lo evitado empezó a ser mi guía y mi nuevo punto de partida.

Los que me conocen creen que estoy loco, pero desde el fondo de aquella angustia algo me tranquilizo y sin mediar ningún aviso me encerré en la casa. Mi tarea paso a ser encontrarme a mí mismo

No es que fuera fácil. Todo lo contrario. Me pregunté muchas veces como paso, pero no tuve respuestas. Solo sucedió.

Noches enteras me desvele tomado por una pregunta insistente ¿Qué quiero yo? Eso repiqueteaba constante en mi cabeza y la respuesta aun hoy sigue siendo “No lo sé”. Pero en el proceso me fui convenciendo de que estar adentro me hace sentir seguro porque ya no me tortura esa urgencia de saber que los otros allá afuera despiadadamente me reclaman.

Replegado dentro del caparazón el universo intimo se abrió como una flor. Me aleje del mandato inapelable de agradar a los demás para poder descubrirme en múltiples formas que me habitaban sin que lo supiera.

Eso me hizo sentir muy extraño con respecto a quien yo era, una especie de  objeto ideal para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero diría el viejo slogan utilizado para vender algo tan útil como banal que se adapta para cualquier ocasión

A veces pienso en salir, pero la sola idea me congela y no me deja seguir. Un caballo galopa en mi pecho y se me mueve el piso. Frente a eso retrocedo. No he logrado encontrar un modo de ser yo entre otros.

Entonces me quedo solo.

Me da miedo perderme.

Adentro estoy bien.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 [MF1]

martes, 1 de marzo de 2022

Atardece.Y no es poco.

 

Sentado acá miro el tiempo que pasa implacable.

Intento descubrir cual es ahora mi horizonte mientras se diluye entre colores cálidos que anuncian la llegada de un fin.

Justo en ese instante en que se pierde el limite vuelvo a preguntarme ¿quien soy?

Pero mi bolsa de respuestas está vacía.

¿Justo ahora que se cierra el día es tiempo de construir?

No lo se.

Aunque estiro la mirada que solía tener, no encuentro el camino que permita intuir un posible mañana.

Solo una página en blanco para escribir los últimos tramos como un final abierto y por descubrir.