miércoles, 3 de marzo de 2021

Encuentro

Hoy salí temprano a caminar. La verdad no se bien que hora era.

Pensaba ir en bici, pero como siempre se complica conseguir una, me fui caminando.


Estaba soleado. Así son los días en los  que me gusta salir a recorrer la ciudad.


Andaba dando vueltas por ahí mirando fascinada los mismos paisajes, cuando te vi llegar.


Te salude desde lejos, pero no me viste. Se me ocurrió caminar detrás tuyo a paso lento, manteniendo cierta distancia para darte una sorpresa cuando te lograra alcanzar.


Ni una vez miraste hacia  atrás, y eso me llamó la atención porque se suponía que, como todos los sábados, nos íbamos a encontrar por acá.


Mientras te seguía, no pude evitar colgarme en las alturas.


Los árboles de este lado; más allá  los rascacielos, las cúpulas. Amo las cúpulas de esta ciudad.


Todo lo que apunta al cielo me llama la atención. Siempre dije que en Buenos Aires hay que caminar mirando hacia arriba. Pero mirar a lo lejos desde acá es una experiencia que tiene un plus y que suelo disfrutar.


Después de un largo rato, llegaste al río y te sentaste en un banco que compartimos varias veces. Yo me senté a tu lado y te dije con una sonrisa cómplice “llegaste a mi mar”, pero no me miraste siquiera. 


Ya me estaba enojando cuando me di cuenta que empezaste a llorar. y me quede callada, sentada a tu lado, esperando a que pasara ese momento en que tu tristeza también se hace mía. 


Como me duele verte así...


En esos momentos, siempre hago lo que se: te acompaño en silencio porque siento que mi presencia te calma y te alivia.



Mientras espero a tu lado, vuelvo a meditar sobre nuestro raro punto de encuentro vital en el que sin ser familia, vinimos a este mundo casi al mismo tiempo y peleando por nacer.


Hoy seguimos haciéndolo. Hermanas aunque la sangre no es la misma. Unidas por muchas cosas y distintas a la vez, Cada una en su historia y, sin embargo, tan juntas.


Estaba en esos pensamientos cuando te levantaste sin mediar palabra y te seguí.


Te dije “esperame”, pero se ve que hable bajito y  estabas tan triste que no me dio por levantar la voz.


Solo me puse a caminar nuevamente a tu lado. 


No había casi gente. se notaba que recién arrancaba el día


Miraste para un costado y acompañe tu mirada. Juntas vimos que el puentecito estaba abierto, ese que cuando nos asomamos aquella vez, me dio tanta angustia. 


Te acordas? fue una mañana de invierno.


“Balcón al pasto” decía yo, divertida, cuando me asome y la vi.


No podía creerlo y te pregunte "¿qué es? Así llana como sos, me dijiste: "una urnita nena". y me dio impresión solo pensar que a lo que queda de uno se lo puede tirar así encerrado.


El recuerdo me helo de nuevo la sangre.


Te reíste en ese momento, pero te hice prometer que si me moría no ibas a permitir que me dejaran así, encerrada en una caja de madera, aun cuando fuera en uno de esos lugares en los que me siento como en mi casa. 


Por primera vez te escuche hablar en toda la mañana.


Abriste una cajita amorosamente  pintada por vos y levantando tu mano al viento, dijiste: "cumplo mi promesa. Sos libre"


En ese instante entendí todo.


Te estabas despidiendo de mi.