lunes, 24 de mayo de 2021

Entre Sueños

 

Caminar por la casa de madrugada tiene ese no se que…

Suelo despertarme en mitad de la noche como resabio de aquellas épocas en que levantarme era la respuesta necesaria a un llamado que había que atender si  o si.

Otros tiempos que dejaron marcas sonoras en mí que se repiten sin estar.

Hoy abrí de repente los ojos a las tres de la madrugada, no se aun si por las ganas de ir al baño o para salir a ver si la juntada que estaba rememorando en mi sueño era de verdad.

El sonido del silencio en la noche es más profundo. Camine al baño inmersa en esa ausencia de todo, recorriendo la casa ahora enorme y vacía de gente.

A mí me gusta la soledad, así como me gusta esa extensión de mutismo que invade el centro de la ciudad por las noches y sobre todo los fines de semana.

A veces, solo a veces, los sueños me devuelven momentos de antes. Algunos, como el de ahora, tienen la sonoridad del encuentro con los que quiero. Palabras dichas en voz alta, chistes y risas con fondo de música y olor a comida y vino que abrazan desde el alma común de esos encuentros ya pasados.

Otras no encuentro motivo, así que luego de recorrer descalza la inmensidad de ese departamento vacio de gente pero lleno de puertas y ventanas que amo, salgo al balcón y desde la altura miro primero si hay luna llena, que siempre me inspira confianza. Después paso la mirada una a una por todas las aberturas y terrazas de luces apagadas hasta caer finalmente allá abajo, posando mis pupilas en la calle cuesta arriba por la que nada ni nadie en este momento sube.

Ha pasado alguna vez, que en esa observación desvelada escuchara un grito e inmediatamente mirara para todos lados tratando de descubrir lo que pasaba. En ese estado especial de sensibilidad que te da el abrazo de la mudez noctambula, de vez en cuando logre atisbar el paso alocado de algún chico que, colchón en calle, se desvelaba como yo y le daba por gritar. Tal vez porque el silencio con el frio es mas cruel. O simplemente porque la noche solitaria invita a vociferar sabiendo que a nadie le importa.

A todo esto siento que extraño mucho fumar. Lo deje hace rato, pero no puedo borrar de mi cabeza la idea de que algunos momentos son mejores cigarrillo en mano. Lo bueno y lo malo se confunden y no consigo esquivar el recuerdo placentero de la entrada del humo en los pulmones que abandoné porque eso mismo algún día me iba a matar.

Y como ya me entran ideas acerca de la muerte y el sinsentido de la vida me vuelvo a la cama, que me acaricia tibia y me lleva flotando de nuevo al mundo del nunca jamás.

Uno, dos, tres. Respiro profundo y media vuelta para el otro lado alcanza para dejarme ir y,  si se puede, ponerme en los brazos de Morfeo una vez más.

 

 

lunes, 3 de mayo de 2021

Veremos, dijo un ciego...

Justo yo que soy tan impuntual, hoy llegue temprano.  

Me prometí una y mil veces no tener expectativas y lo logré hasta ayer. cuando hablamos por última vez. Pero hoy estoy que no puedo más de los nervios.  


La última vez que lo intente fue una experiencia extraña y conocida a la vez. 

 

Un rompecabezas por armar y cuando el encuentro real pone la última pieza, nada parece lo mismo. Es incomodo y decepcionante a la vez dejar caer la máscara de la ilusión y en sintonía con aquel viejo tango, volver a cerrar la puerta tras dar salida a las “promesas vanas de un amor que se escaparon con el viento”. 


Hoy me calcé una vez más el personaje de “tipo deseable” y salí a conquistar mi último anhelo de volver a ser feliz. ¡Que extraño suena pensar en "ser feliz”! Antes parecía tan claro y ahora, con los años, me pregunto infinitas veces que significa y no encuentro respuesta.  Pero siempre me parece que es de a dos. 


¡Se abrió la puerta!  


Como un bobo empiezo a temblar. Todos los sonidos de bar rebotan en ese túnel raro que se arma desde mi hasta la entrada. Y el corazón se me sale del cuerpo al tiempo que esa señora se dirige a una mesa lejana y me doy cuenta que no es. Es curioso el alivio que siento. Una mezcla de aire y sofoco que no logro entender. Y en ese sopor, vuelvo a esperar como si la eternidad misma se jugara a cada segundo

. 

Ahora me odio por llegar temprano, por volver a elegir pasar por esto. 


 ¿A qué clase de pelotudo se le ocurre subirse a una especie de montaña rusa desbocada de sensaciones difíciles de controlar tan innecesarias como inevitables? ¿Para qué? Me pregunto una y otra vez. Y aunque no encuentro respuesta sigo atornillado a la silla de este bar insulso que elegimos al azar. 


Hubiese elegido uno mejor. Ni el café sabe rico acá. 


Los años me hicieron más miedoso y no coincidir, más esquivo.  


Como bien dice el dicho “buey solo...” bien salame, digo yo 


Por eso a solas suelo imaginar el olor de las tostadas y el café a la mañana en compañía, tan distinto del que huelo cuando me las preparo para mi cada día en soledad. Ese olor me va guiando y me vienen fotos de a dos que nunca tuve.  La sola idea de eso que no viví, mejora las imágenes de la memoria. Esa única fantasía me invita a buscar de nuevo.  

Y acá estoy, esperando, sumergido en un torbellino de sensaciones que detesto porque me hacen sentir vulnerable. Esas que me prometí no volver a experimentar. 


Me siento horrible. En todos los sentidos posibles. 


Miren al pelotudo! El dueño de un imperio sentado desnudo en un bar en la city porteña soñando con ser amado. De solo pensarlo me dan ganas de salir corriendo. 


Yo sé que no se ve, pero no puedo evitar sentir que todos me miran y que ven lo soy en este momento: Nada. Yo en el medio del escenario, el reflector que apunta hacia mí y yo simplemente en bolas frente al mundo entero. 


Un perfume me sacude los pensamientos y cuando levanto la cabeza veo su sonrisa. No dudo. Es ella. Aunque no la conozco sé que es.  


Puedo entrever un leve temblor en sus manos y me inunda una ternura que no recordaba tener.  


Ahora que siento su olor, la última pieza encaja y es real.  


Y La rueda gira. Todo recién empieza. 


Veremos, dijo un ciego...