Caminar por la casa de madrugada tiene ese no se que…
Suelo despertarme en mitad de la
noche como resabio de aquellas épocas en que levantarme era la respuesta
necesaria a un llamado que había que atender si
o si.
Otros tiempos que dejaron marcas
sonoras en mí que se repiten sin estar.
Hoy abrí de repente los ojos a las
tres de la madrugada, no se aun si por las ganas de ir al baño o para salir a
ver si la juntada que estaba rememorando en mi sueño era de verdad.
El sonido del silencio en la noche
es más profundo. Camine al baño inmersa en esa ausencia de todo, recorriendo la
casa ahora enorme y vacía de gente.
A mí me gusta la soledad, así como
me gusta esa extensión de mutismo que invade el centro de la ciudad por las
noches y sobre todo los fines de semana.
A veces, solo a veces, los sueños me
devuelven momentos de antes. Algunos, como el de ahora, tienen la sonoridad del
encuentro con los que quiero. Palabras dichas en voz alta, chistes y risas con
fondo de música y olor a comida y vino que abrazan desde el alma común de esos
encuentros ya pasados.
Otras no encuentro motivo, así que
luego de recorrer descalza la inmensidad de ese departamento vacio de gente
pero lleno de puertas y ventanas que amo, salgo al balcón y desde la altura
miro primero si hay luna llena, que siempre me inspira confianza. Después paso
la mirada una a una por todas las aberturas y terrazas de luces apagadas hasta caer
finalmente allá abajo, posando mis pupilas en la calle cuesta arriba por la que
nada ni nadie en este momento sube.
Ha pasado alguna vez, que en esa
observación desvelada escuchara un grito e inmediatamente mirara para todos
lados tratando de descubrir lo que pasaba. En ese estado especial de sensibilidad
que te da el abrazo de la mudez noctambula, de vez en cuando logre atisbar el
paso alocado de algún chico que, colchón en calle, se desvelaba como yo y le daba
por gritar. Tal vez porque el silencio con el frio es mas cruel. O simplemente
porque la noche solitaria invita a vociferar sabiendo que a nadie le importa.
A todo esto siento que extraño mucho
fumar. Lo deje hace rato, pero no puedo borrar de mi cabeza la idea de que algunos
momentos son mejores cigarrillo en mano. Lo bueno y lo malo se confunden y no
consigo esquivar el recuerdo placentero de la entrada del humo en los pulmones
que abandoné porque eso mismo algún día me iba a matar.
Y como ya me entran ideas acerca de
la muerte y el sinsentido de la vida me vuelvo a la cama, que me acaricia tibia
y me lleva flotando de nuevo al mundo del nunca jamás.
Uno, dos, tres. Respiro profundo y
media vuelta para el otro lado alcanza para dejarme ir y, si se puede, ponerme en los brazos de Morfeo
una vez más.