“Inquietante
destino” pensé, al tiempo que abría los ojos en un nuevo y repentino despertar
de esos que últimamente me suceden.
No entendí muy bien
si esa frase era parte del sueño que
acababa de interrumpirse o simplemente el primer pensamiento que producía mi
mente al encontrarse con la madrugada de un nuevo día.
Hace meses que
empezó esta rutina de arrancar las mañanas mas temprano de lo necesario. Ya
casi me acostumbre, y aunque durante el día el sueño me recuerda que no estoy
durmiendo bien, fácilmente busco el modo de controlar el bostezo molesto y
seguir adelante con las tareas que debo
cumplir cada jornada de mi vida.
Los primeros
días me sorprendió… “Cinco de la mañana y me desperté?”. Fui al baño y volví a
la cama creyendo que mis esfínteres tenían la respuesta a mi amanecer tan
temprano. Pero continuar durmiendo paso a ser un enigma que no pude develar.
Vueltas y vueltas en la cama me demostraban cada noche que mi caminata nocturna
no servía para retomar mis producciones oníricas, que fácilmente se iban
diluyendo dejando paso a la quietud de las mañanas cuando la ciudad duerme y
los ruidos todavía descansan.
A medida que
pasaron los días la búsqueda de sentido a mis despertares se convirtió en un
desafío. Escuche atentamente los sonidos dispersos que podían ser la causa,
intente capturar aromas, cambios sutiles, pequeños movimientos que pudieran
tener que ver con ese repentino abrir de mis ojos al nuevo día...nada fue
respuesta, ni siquiera temporaria, a un
hecho tan simple y complicado al mismo tiempo como lo es el despertar.
Mis días
siguieron acostumbrándose a arrancar mas temprano, pero no logre dejar reposar
la inquietud acerca del porque. Fui corriendo mis rutinas para que esas horas
tuviesen un sentido, sin embargo, no pude dejar de pensar que misterio
determinaba la salida de mis dulces sueños.
Mis días
siguieron iguales. Las mismas actividades de siempre donde la pasión y la rutina
pelean batallas mano a mano siguieron su curso y lo único que había cambiado
era mi relación con el sueño y su despertar. Podría decirse que acostarme llevaba implícita la anticipación
de la búsqueda que sucedía cada madrugada, una mezcla de ansiedad con
expectativa que suele preceder a los acontecimientos más importantes de mi
vida.
Fue en este
punto que apareció misterioso el pensamiento “inquietante destino”, dejando abierta la puerta a una investigación
que tiene la característica de que la única actividad es dejarse sorprender por
la novedad, que todavía no tiene nombre. Una frase que no era ni del sueño ni
de la vigilia…a que territorio pertenecía?
Los hechos se
sucedían según un ritmo particular…trabajaba todo el día, volvía a casa tarde y
el tiempo que me quedaba se repartía entre conversaciones con la familia, temas
a organizar de la vida domestica y también de la agenda laboral, algún gustito
placentero y a dormir…
Cada vez
esperaba con mayor anhelo ese instante…dormirme, empezar a soñar y despertar
era un vuelo que me dejaba justo frente
a esa frase que se me repetía constante “inquietante destino”
Comencé a
dejarme al lado de la cama un cuadernito en el que fui escribiendo todo lo que
se me ocurría. Retazos del ultimo sueño, cosas que se asociaban de lo que había
sucedido el día anterior, viejas historias que venían a mi cabeza cuando los
pensamientos iban armando un entretejido que solo era posible seguir para mi
misma. Me tranquilizaba guardar ese cuadernito en algún lugar secreto, porque aunque
sabia que mi letra es incomprensible y que no es fácil entender lo que escribía
vertiginosamente tratando de que no se me escapara nada, siempre tuve la
fantasía de que si me pasaba algo alguien iba a leer esos escritos y me daba
mucha vergüenza la idea de que mis seres queridos bucearan en mi intimidad de
ese modo…pensándolo bien, ya se quien podría hacerlo y me dan ganas de esconder
mas mi cuadernito para que no lo encuentre.
Pero la gracia
es tener el cuadernito a mano, porque la cabeza es tramposa, y cuando queres
conservar una idea, una multitud de otras ideas aparecen, se cruzan, ponen
barreras y sepultan lo primero bajo un manto de divagues que indefectiblemente
hacen que se te pierda lo que querías
capturar.
Yo intentaba con
mi cuadernito ir armando puentes entre mis ideas. Lograr que entre unas y otras
se fueran estableciendo contactos y conexiones, para que pudiese luego
recorrerlas desde distintos puntos de partida y encontrar así destinos diversos
al original. Me parecía que la única forma de encontrar un sentido era
metiéndome de lleno en la maraña de ideas, sensaciones y emociones que bullían
en mi cabeza en cada madrugada que a esta altura esperaba como si fuese el
mejor paseo que la vida podía prometerme.
Y así pasaron días, semanas, meses…los
recuerdos se fueron hilando, los hilos tejieron una historia y encontré de
repente en aquellos despertares el
sentido que estaba esperando hace mucho tiempo.
Parecía como que
despertar era necesario para cortar la rutina cotidiana. Un entretiempo entre
la vida misma y los sueños, esa extraña mezcla de situaciones que con los ojos
cerrados nos trasladan a lugares y situaciones desconocidos por las mixturas de
imágenes y sentidos acoplados que como en una obra de arte abstracto, están ahí
para que el observador la interprete a
gusto y piacere, aunque para el artista se despliegan ante su propia mirada
como los elementos mas profundos de su interior. Aunque ningún otro se de
cuenta ni el mismo aun los entienda…
Incorpore ese
entretiempo como una parte fundamental de mi nueva vida. Mientras escribía mis
notas en ese cuadernito, se amontonaban a mi alrededor fotos viejas, sonidos
vibrantes y también silenciosos, sabores de distintos tipos y olores conocidos
y otros que parecían provenir de los recónditos arcones de la memoria, tan
viejos que no podía identificar con que imagen se juntaban o con que personas
de mi historia tenían que ver .
Aquella frase
“inquietante destino” comenzó a cobrar sentido. Ese entretiempo paso a ser el
puntapié inicial para empezar a construir un puente entre cada registro de mi
pasado que quedo grabado en mi memoria bajo la forma que fuese y un futuro que
visto desde donde estoy parada suena tan prometedor como enigmático.
Inquietante paso
a ser la definición exacta del estado que se abría camino dentro mío en cada
madrugada. Eso ya lo sabía. Pero aprendí, solo después de haberlo convertido en
una experiencia cotidiana, que lo de destino estaba exactamente asociado a
aquella exploración que inicie y supe escribir con letra incomprensible poblada
de imágenes y de todo aquello que los sentidos pusieron a mi alcance para que
lo pusiera en palabras.
Hoy, después de
mucho tiempo, se que mi inquietante destino tiene que ver con la búsqueda, y no
con lo casi siniestro que imaginaba en aquellas mañanitas que amanecían para mi
entre el sueño y el antes de despertar.