Con
los dedos cuento las opciones. Cuento los días que faltan para que termine la
semana o comience la nueva. Voy descontando, de a un dedo por cada una, las
horas que faltan para levantarme cuando tengo insomnio y las que faltan para
irme a la cama cuando tengo sueño.
Saco
una mano por la ventana y con un dedo extendido mido si hay viento y en que
dirección. De paso, tengo una idea de la temperatura y la humedad. Sin sacar la
cabeza siquiera, mis dedos rotos son mi
contacto con el mundo.
En
ellos siempre pongo la verdad absoluta, aunque todos me digan que no es modo de
llegar a la verdad. Pero yo siento que mis dedos, justo esos que están duros,
que tardan en moverse y duelen, son la medida del mundo para mí.
Hace
un tiempo me pasó un camión por arriba y estuve todo roto por un largo periodo.
Nada de mi funcionaba. Era como si mi cuerpo estuviera roto, literalmente
desmembrado.
Pero me repuse. Porque, aunque no entienda como,
los seres humanos tenemos a disposición la capacidad de recuperarnos de las
situaciones más impensadas. Puse todo de mí al servicio de unir mis partes
rotas y volví a estar entero, unidas las partes pero con una pieza rota: mi
mano.
Ahí,
mi mano, paso a ser el centro mismo de mi universo. La medida de todas las
cosas.
Puedo
mirar, puedo oír, puedo usar mis labios para sentir el sabor que tienen las
cosas. Oler, oler es maravilloso. Todo tiene un olor, y ese aroma es amigable o
no. Marca un recorrido, un camino a seguir y uno a esquivar. Pero la mano rota es la que tiene la última
palabra. Ella, no la otra que esta bien, es mi contacto con el mundo.
Antes
de que el camión me pasara por encima, yo me sentía roto por dentro. Por fuera era como los demás, me veía como
los demás, tal vez por eso mismo sentía que no me veían, pero por dentro yo
sabia que algo estaba indefectiblemente roto.
Así
fue hasta que me paso el camión por arriba. Entonces, ese adentro que estaba
roto, dejo de tener importancia y mi exterior ahora roto tomo el relevo y
empezó a ser el motor por el que cada mañana me proponía vivir.
Siguiendo
el pedido de los demás, cuya mirada parecía concentrada en mí de un modo hasta
el momento desconocido, junte las partes y deje de estar todo roto por fuera.
Al menos es lo parece porque lo único que quedó como marca es mi mano rota. Esa
parte de mí que esta unida pero rota, hoy es quien soy yo. Es mi faro cada día.
Mi guía y mi punto de partida para entender y andar en este mundo.
De
mí puedo decir muchas cosas…en la época en que estaba roto por dentro, nadie
notó mi presencia. Era uno mas, caminaba por las calles siendo invisible. Solo
sabia que estaba vivo, porque algo adentro mío, lo roto, me hacia sentir.
Cuando
estuve todo roto por fuera, me empezaron a ver. Miraban mis partes separadas
entre si extasiados, con la curiosidad que provoca lo siniestro, eso de lo que
nadie quiere saber y cuando esta ahí no pueden dejar de mirar. Y me decían
muchas cosas. Nada de lo que decían, me tenía en cuenta. Solo hablaban de ellos
mismos y la angustia que les provocaba ver como un cuerpo se puede romper.
Y
ahora que volví a estar entero con una
mano rota, todos los que me ven, dicen que mi mano no tiene valor. Que estoy
bien, que mi cuerpo funciona y elijen mirar para otro lado cuando yo pongo en
primer plano mi mano rota.
Ellos
creen que eso es lo que esta mal en mi, ese constante poner a mi mano rota en
primer lugar.
Yo, sin embargo, estoy plenamente convencido
de que esa mano es lo ultimo que queda de quien soy. Porque con ella siento.
Porque con ella establezco contacto con el mundo y también ella es quien me
avisa cuando tengo que retirarme de él.
Todo
lo demás, lo que esta entero y unido, es
solo una imagen vacía de mi.
Todo
empezó aquella mañana en que nací, cuentan Porque yo no estaba allí para verlo
sino que estaba naciendo. Las historias sobre uno naciendo solo se pueden
construir con lo que los otros dicen de ese momento en el que el protagonista
siente pero no tiene la palabra. Y supongo que el modo particular en que los
demás hablan de ese que siente pero no puede decir, fue lo que no me permitió
durante mucho tiempo reconocer mis propias sensaciones.
Dicen
que no emití ningún sonido y eso fue motivo de admiración, ya que todos saben
que los bebes al nacer, lloran. Dicen que llegar a este mundo produce un dolor
parecido a desgarrarse…pero nadie puede dar cuenta real de eso y es bien sabido
que cuando alguien llora, el de al lado cree que ese llanto es la muestra de
que esta sufriendo o algo le duele. Entonces me acostumbre a no llorar. Parecía
que eso esperaban de mí.
Yo
nací y no tengo conciencia de como fueron los hechos mas allá de lo que me
fueron contando, cada uno a su turno y desde su punto de vista. Pero entre
todos me dieron los elementos para que arme una historia de mi llegada a este
mundo y el comienzo de mi transito en él.
Me
definieron como tranquilo, autosuficiente. A veces, en la soledad de mi
interior, pienso que el término autosuficiente se parece bastante a “poco
molesto”. Fui creciendo mientras cumplía con todo lo esperable para alguien que
esta creciendo. Para afuera, porque adentro, muy dentro mío, yo sentía que era
distinto a todos los demás.
Cuando
mis compañeros se reían, yo reía también, aun cuando no entendía que les
provocaba la risa. Pero supe desde muy temprano, que la voz de la mayoría es lo que esta bien visto. Así que
aun cuando no entendía lo que hacían los demás, lo repetía y todo andaba sobre
ruedas.
Recuerdo
que desde muy chico me pasaba noches intentando entender que era lo que sentía.
Porque muchas veces que reí, en realidad esas lagrimas que caían por mis
mejillas risueñas eran muy parecidas a las contenía cuando me golpeaba torpemente contra algo o
alguna palabra que me dirigían escarbaba en mi alma causándome dolor.
A
medida que fui creciendo, esa costumbre de intentar entender, me permitió descubrir
que lo que para los otros estaba bien, para mí, en mi profundo interior, era
dolor. Palabras que dolían como golpes y golpes que acallaba para mostrar que
estaba bien a todos esos demás que
asentían orgullosos mientras comentaban lo
fuerte que yo era frente a todo.
Sin
embargo yo me sentía desarmado. Como si estuviese compuesto de muchas piezas de rompecabezas diferentes que
no lograba encajar para sentirme entero. La sensación era de estar roto por
dentro, las piezas desencajadas causan dolor. Eso fue lo primero que aprendí
por mi cuenta y a solas.
Nunca
logre hacerme una imagen cabal de mí, como esas imágenes perfectas que me
devolvía cada mirada de los otros que supieron quererme. Veían en mi al hombre
perfecto para alcanzar el futuro ideal: adaptable, buena onda, responsable. El
mundo entero al alcance de las manos, coincidían en su opinión sobre mi, sin
lugar a dudas.
Pero
poco a poco, se fueron dando cuenta de que eso que prometía la imagen que se
armaron de mi, era pura cascara. Se fueron decepcionando, supongo. Y yo me fui
encerrando puertas adentro de mi interior roto. Primero en un intento de
encontrar las piezas correctas para armar un todo completo. Ese todo que tanto
esperaban de mí. Imposible.
Poco
a poco, me aparte del mundo aun estando en el y me dedique por entero a
intentar descifrar la clave para hacer de lo roto el mundo entero. Mi mundo
interior entero.
En
eso andaba, cuando de repente, y por motivo de estar mirando para adentro sin
prestar atención a mis alrededores, el camión me paso por encima. No quedo en
mi mente más que la imagen muda de mi sorpresa cuando sentí el sonido de la
bocina y levante la cabeza a tiempo solo para ver que me iba a impactar de
frente.
Me
entregue a mi suerte y deje que sucediera. Lo próximo que recuerdo es muchas
caras mirándome cuando abrí un ojo lentamente sin saber donde estaba. Por supuesto fue como volver a nacer, pude
pensar un poco después, cuando esta imagen de todos a mi alrededor paso al
lugar de deja vu de mi propia experiencia en la sala de partos cuando nací.
Fue
bastante extraño porque, cuando me di cuenta, había dejado de buscar como
encajar las piezas sueltas de mi interior. En el fervor de esos días en que una
dedicación plena intentaba unir el desmembramiento real de mi cuerpo ocasionado
por el choque contra el camión olvide la permanente preocupación de estar roto
por dentro.
Y por primera vez desde que nací,
pude confirmar que eso que sentía antes de forma permanente es lo que suelen
llamar dolor. Todos entendían perfecto que me doliese una pierna o un brazo
porque mis huesos estaban rotos. Las radiografías mostraban los huesos rotos con claridad y eso bastaba para que fuese
lógico que me doliera. Todos podían comprender sin más.
Tiempo
después, me llevo horas de elucubraciones pensar cual seria la mejor
radiografía para el alma que diera cuenta de que el sufrimiento emocional es
razonable cuando el alma esta rota. No lo pude resolver.
Mi
vida luego del camión convirtió la pasión de unir piezas de rompecabezas
interno en la de unir huesos rotos y otras yerbas que pudieran devolverle a mi
cuerpo la idea de integridad. Tengo que decir que si bien parecía que mi
energía puesta al servicio de unir mis piezas rotas era para satisfacer lo que
los demás esperaban de mí, en mi interior yo creía que si lograba entender como
unir el cuerpo iba a poder encontrar el modo de unir mi alma rota.
Y
tengo que decir que fui logrando mucho. Me convertí en el artesano de mi propio
cuerpo mientras todos nuevamente volvieron a estar orgullosos de mi potencial.
Y lo fui logrando. Pasado un tiempo, parecía que nunca se había roto nada en
mí.
En
ese momento, cuando casi estaba entero de nuevo, empecé a notar que mi mano rota estaba como el primer
día. Rota. Y también me di cuenta, que justo esa mano era la que me hacia
sentir vivo.
Es
curioso como el dolor, ese que siempre sentí pero que no sabia que era dolor,
ahora era la guía que me orientaba en este mundo.
Todo
cobro nuevo sentido. El dolor me daba las directivas para que fuera reparando
las piezas rotas, la pista para saber que no encajaba. Cuando se apagaba un
dolor, sabia de modo incuestionable que estaba reparado, sin necesidad de
estudios que a esta altura solo venían a dar testimonio de algo que yo ya sabia
de antemano.
El
problema es que cuando algo estaba reparado y dejaba de doler, yo sentía que
perdía mi contacto con el mundo. Poco a poco, esa maravillosa conexión que había
logrado a partir de mi cuerpo roto y que había dado un sentido nuevo a mi vida
se iba apagando. Y yo veía como en ese apagarse no había posibilidad de
encontrar algun espacio donde sentir y ser yo.
Espere
a que mis huesos se soldaran uno a uno, poniendo de mi todo lo mejor para tal
fin.
Pero
me esforcé especialmente en dejar mi mano fuera de todo intento de
recuperación.
Cada
vez que algo se soldaba y los demás festejaban, yo fui concentrándome más en mi
mano rota. Descubriendo las distintas funciones que el dolor puede tener para
que uno sienta que esta vivo, que siente, que no es solo un enorme bloque
solido sin sentido aparente mas que el conformar a los demás.
Aun
me quieren convencer de que mi mano rota carece de importancia porque todo mi
valor reside en mi recuperación, menos la mano rota. Y yo se que no entienden,
pero para mi, la mano rota es lo único autentico en mi por primera vez desde
que nací y que me hace sentir que hay un lugar en este mundo para mi.